Los hechos narrados en Argentina 1985 tienen su origen en el golpe de estado militar que sumió el país sudamericano en una vorágine de oscuridad y muerte en marzo de 1976. Los tristes acontecimientos acaecidos desde esa fecha hasta el regreso de la democracia en 1983 han encontrado en muchas películas reflejo fiel de hasta dónde puede llegar la maldad humana. La lista sería larga: Infancia clandestina, Kamchatka, Garaje Olimpo, La noche de los lápices, Capitán Kóblic, La historia oficial… Películas que levantaron acta de las atrocidades que los militares llevaron a cabo acabando con la vida de más de veinte mil personas, después de horribles torturas en lugares secretos, incluso a mujeres embarazadas que veían cómo sus hijos les eran arrancados para ser adoptados por los partidarios de la dictadura.

La película que nos ocupa describe el juicio al que fueron sometidos los militares que formaron las tres juntas militares, últimos responsables de los asesinatos de aquellos que consideraban subversivos y que, con un total desprecio por la vida humana, llenaron el país de dolor y muerte. Muchos fueron asesinados y su muerte fue certificada; otros muchos desaparecieron, sin que hayan sido encontrados; también hubo quienes tras sufrir torturas fueron liberados y pudieron dar testimonio del atropello sufrido en el juicio que tuvo lugar a partir de febrero de 1985. Algunos de esos testimonios constituyen momentos especialmente emocionantes de la película.

El fiscal Julio César Strassera (interpretado con la eficacia acostumbrada por Ricardo Darín) recibió la encomienda de redactar el sumario de acusación contra los militares. Lo hizo en un tiempo record. En algo más de tres meses, con la ayuda de un grupo de juristas jóvenes y entusiastas, documentó más de ochocientos casos que dieron fe de los delitos perpetrados por las Juntas Militares y quienes a sus órdenes actuaron con total impunidad. Tuvieron que superar dificultades, obviar amenazas, ningunear desprecios, pero era mucha la responsabilidad y muchos los que con ellos esperaban que la justicia imperara y los responsables fueran castigados. El alegato final del fiscal Strassera (más de ocho minutos en el tramo final de la película) es un modelo de contundente defensa del estado de derecho y de la necesidad de arbitrar los medios para que nunca más se produzcan hechos de tan atroz naturaleza. Las palabras pronunciadas por Ricardo Darín con emoción contienen una parte del texto pronunciado en el juicio por el fiscal, y que puede consultarse en internet.

Imagino que para el pueblo argentino una película como ésta salda una deuda con quienes sufrieron persecución y con los familiares que vieron cómo sus esposos, esposas, hijos, nietos desaparecían dejándoles solo el recuerdo y el intenso deseo de ver rehabilitada su memoria. Esta película lo hace. Nos unimos a su dolor y a su deseo de que ‘nunca más’ se repitan infamias tan crueles.

Argentina 1985 es una lección de historia, amena, siempre interesante, sazonada con cierta pizca de humor en momentos puntuales, y con una profunda emoción en otros. Su larga duración (dos horas y media) no impide disfrutarla. La interpretación de sus principales protagonistas nos ayuda a conservar la memoria de lo que no debe repetirse.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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