Hospedar a Cristo

En la Regla de san Benito aparece esta osada instrucción: “Cuando saludéis a un huésped, mostrad gran deferencia. Cuando lleguen y cuando marchen, haced una inclinación con la cabeza ante ellos, honrando a Cristo que está con ellos. Acogiendo al huésped, acogéis a Cristo”.
Acoger es un arte. La hospitalidad exige estar atento incesantemente a la meteorología del corazón del otro. Éste percibe inmediatamente si hay disposición a ser acogido. Como también percibe si molesta, si tiene que hacer un esfuerzo acelerado por acomodarse a las normas del lugar y de las personas que se encuentran allí donde llega. Los mensajes suelen ser percibidos de manera clara: “eres bienvenido”; o bien “molestas y te tendrás que amoldar”.
La tradición del Antiguo Testamento es muy rica de relatos en los que la acogida es reclamada como algo fundamental. Por su parte, la tradición cristiana reconoce la presencia del Señor en el otro, sobre todo en quien sufre,y lo traduce en una potente fuente de espiritualidad.
Por eso dan pena quienes presumen solemnemente de defender el crucifijo y luego insultan, desprecian o ningunean a los inmigrantes extranjeros, calificándolos de indeseables y oportunistas que llaman a sus puertas. Fue ese mismo Hombre crucificado el que dijo claramente: “Lo que hicisteis a uno de esos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis. Lo que dejasteis de hacer con uno de esos pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo”. Y para evitar equívocos, se añade una lista muy clara: extranjeros, desnudos, hambrientos, enfermos, presos,… (Mt 25, 31-46).
Nos resulta fácil invitar a un familiar o a un amigo a una comida. Pero es muchísimo más costoso cuando hemos de acoger a un anciano al que se le cae la baba y huele mal, a un conocido desaliñado, a un enfermo en soledad, a un pobre de la calle… Los últimos papas nos han exhortado con frecuencia a abrir nuestras casas a los pobres y compartir con ellos la mesa… con un discutible éxito, hay que decirlo. Pero estoy convencido de que esa insistencia nos hace bien a todos. De seguirla, seremos afortunados. Porque, como recomienda el autor de la carta a los Hebreos,“no olvidéis la hospitalidad, pues gracias a ella algunos hospedaron, sin saberlo, a ángeles” (Hb 13,2).
Juan Carlos Martos Paredes, cmf

Juan Carlos Martos paredes, CMF

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