(Mt. 20.29-34)
Al borde de un camino solitario,
preso està Bartimeo entre sus ojos;
y a ciegas se desploma en sus despojos
y arrodilla su llanto en el calvario.
Llora sombras, lamento de un sinario
que la noche tejió con sus enojos
por robar de sus labios rojos, rojos
el beso quebrantado de un sudario.
Bartimeo cosiendo sus quejidos,
grita a solas la sangre de sus penas
anudando el reloj con sus latidos.
Prisionero en los labios de sus venas,
recoge su mirada y sus sentidos
en la noche de un fuego entre cadenas.
Ramón Uzcátegui, sc