¿Adivinar el futuro?

Desde la antigüedad, los seres humanos han intentado prever el futuro por varias razones: anticipar amenazas y prepararse para ellas, entender y controlar su entorno, o encontrar el momento más propicio para tomar o ejecutar decisiones importantes y de gran impacto en su futuro. Para tratar de ver más allá del presente, a lo largo de los siglos se han servido de los indicios más diversos: como el vuelo de las aves, los sueños, la forma de las nubes, la alineación de los planetas o las entrañas de los animales sacrificados, entre otros.

Hace ya una buena porción de años un periodista le preguntaba a un físico eminente que le confirmase qué grado de fiabilidad tenían las previsiones científicas, empezando por las meteorológicas. El físico, de nombre Niel Bohr que fue Nóbel en 1922, respondió: “La predicción es muy ardua, sobre todo si se refiere al futuro”. La ironía con que lo dijo revelaba, ante todo, la seriedad y también la humidad de un verdadero sabio frente a quienes pontifican con arrogancia, seguros de su clarividencia, presentándose como oráculos del saber. Pese a todo fiasco, la predicción del futuro sigue interesando al común de los mortales y da pie a ser explorada por diversos caminos.

Este tema contiene no obstante un aspecto que nos afecta como creyentes. En Adviento se nos habla de esperanza en un futuro por venir. No es tanto un período de cuatro semanas, cuando una dimensión de la fe que cuidamos especialmente ahora. Se nos invita a disponernos a la última llegada del Señor, que no sabemos cuándo ocurrirá.

Pero eso no parece de interés común: no oiremos: “Ya es Adviento en el Corte Inglés” o cosas así. Por el contrario, hasta finales del año veremos cómo se repiten en toda clase de periódicos y publicaciones entrevistas a astrólogos o a charlatanes que se adjudican falsos títulos científicos y se aventuran con presunción a previsiones y vaticinios múltiples. Más aún, de la estupidez de los crédulos se lucran muchos medios que, semana tras semana, alimentan con sus horóscopos ese mercado del engaño.

Adviento viene a decirnos que quien prepara su propio futuro es la persona humana, con su libertad, y Dios, con su designio que excede nuestros proyectos los cuales a menudo comportan caminos inesperados. Lo entendió perfectamente aquel divertido dicho inglés: “Si quieres ver a Dios reír a carcajadas, cuéntale tus planes”. El futuro es imprevisible. Entra en el ámbito del misterio.

No nos dejemos engañar por magos, cartománticos, quiromantes y videntes. Pertenecen a la categoría de estafadores. Es infame la explotación que practican sobre tantas personas, débiles, sufridoras e ingenuas. Nosotros debemos prepararnos para vivir atentos, sobrios y vigilantes, mientras aguardamos que Dios cumpla su promesa. Esperamos lo que vale la pena sin pretender controlar ni manipular el porvenir.

Juan Carlos cmf

(FOTO: chandlervid85)

 

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