“ACOGER CON DIGNIDAD”

Comunicado del Secretariado Diocesano de Pastoral de Migraciones de Canarias ante la sentencia sobre la “Vergüenza de Arguinegín”, que ha sido inmediatamente refrendado por el Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española.

 

En noviembre de 2020, la Conferencia Episcopal Española hizo un llamamiento público “Ante la situación de los inmigrantes en Canarias” en el que se recordaba que “quienes sufren las migraciones forzosas gozan de una dignidad inalienable y compartida con todos nosotros. Para un cristiano el migrante es hijo de Dios, un hermano con una vida marcada por el dolor y el sufrimiento que busca la esperanza de alcanzar una vida mejor. No podemos permanecer ajenos a su dolor ni indiferentes a la hora de valorar la extraordinaria aportación de los que llegan a nuestras sociedades envejecidas”.

El Secretariado de la Pastoral de Migraciones de la Diócesis de Canarias considera que las condiciones que se dieron en el Muelle de Arguineguín en 2020 no se deben repetir. Ni con personas migrantes ni con ninguna otra persona. Nadie debe ser forzado a pernoctar en el espigón de un muelle durante semanas sin contacto con sus seres queridos, sin guardar garantías sanitarias elementales, ni verse obligado a dormir hacinado en el suelo, sin cama, colchón ni techo, sin aseo e higiene mínimos. Menos aún los niños. Ninguna emergencia justifica que alguien quede detenido durante semanas en esas condiciones sin que exista ni siquiera una autorización judicial previa, dirigida a minimizar los daños que esa situación provoca en la integridad y la dignidad.

Por ello, nos causa honda preocupación que, tras el examen de esos mismos hechos, sean las propias Autoridades las que concluyan que las personas que estuvieron en el muelle “pueden considerarse afortunadas” y “que la medida adoptada fue adecuada, por más indeseable que parezca”.

Para conocer el daño en la dignidad del otro debemos primero reconocerlo como ser humano. Y al hacerlo, debemos escucharlo. Nos entristece que ningún migrante de los que padeció la situación haya sido llamado y escuchado como víctima al evaluar lo sucedido. Como nos entristece también que la Autoridad competente no llegue a declarar que ha existido una lesión en la dignidad de los afectados.

Mostrando su preocupación con la situación de los hombres y mujeres que migran, el Santo Padre decidió que su primer viaje fuera precisamente a Lampedusa, una isla que recibía entonces y sigue recibiendo a personas migrantes que huyen de situaciones penosas. Llamamos a leer esa homilía. En ella, el Santo Padre dice:

“Hoy nadie en el mundo se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, de los que hablaba Jesús en la parábola del Buen Samaritano: vemos al hermano medio muerto al borde del camino, quizás pensamos “pobrecito”, y seguimos nuestro camino, no nos compete; y con eso nos quedamos tranquilos, nos sentimos en paz. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bonitas, pero no son nada, son la ilusión de lo fútil, de lo provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, o mejor, lleva a la globalización de la indiferencia. En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro, no tiene que ver con nosotros, no nos importa, no nos concierne!”

Es doloroso comprobar que esas palabras dichas tan lejos son aplicables 8 años después en nuestras islas: nadie se siente responsable del sufrimiento de quienes viajan en busca de una vida más digna. Porque si nadie es interpelado, si no dejamos claro que lo ocurrido fue inadecuado, estamos aceptando que se repita.

Cuando las Autoridades normalizan este desprecio a la dignidad y el sufrimiento de las personas migrantes, contribuyen a la propagación de actitudes xenófobas en la población en general. Ante eso, nuestra obligación es recoger las palabras con las que el Santo Padre concluía la misma homilía de Lampedusa:

Pedimos perdón por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas, te pedimos, Padre, perdón por quien se ha acomodado y se ha cerrado en su propio bienestar que anestesia el corazón, te pedimos perdón por aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que llevan a estos dramas. ¡Perdón, Señor!

 

En Las Palmas de Gran Canaria, febrero de 2022

(FOTO: De la noticia “Ante la situación de los inmigrantes en Canarias” de la Conferencia Episcopal)

 

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