No es infrecuente encontrarse con películas que apoyan su desarrollo en dilemas morales que someten a sus protagonistas al discernimiento y la toma de decisiones en circunstancias a menudo extraordinarias. Algunas incluso trasladan a sus títulos este planteamiento ético. Es el caso de El dilema o Delitos y faltas. Y algo así sucede también en la última película estrenada por el realizador alemán de origen turco Fatih Akim, En la sombra. El título podría aludir a la situación personal que vive su protagonista sometida a una situación que cambia su vida y la obliga a una decisión difícil.

La protagonista, Katja, sufre la pérdida violenta de su esposo de origen turco (con un pasado oscuro como traficante, pero al parecer rehabilitado de ello) y su hijo en un atentado. Es comprensible el dolor inmenso que sufre ante una situación imprevisible e irracional. Su reacción oscila entre la incredulidad, el llanto, la desafección y el intento de poner fin a su vida (algo que la emparenta con la protagonista de Azul, la maravillosa película de Kieslowski, que sufre una pérdida semejante, aunque por motivos bien distintos). El descubrimiento de los autores del atentado y el deseo de que se haga justicia y sean castigados por lo que han hecho le devuelve cierto significado a su existencia. Pero el desarrollo de los acontecimientos (que no voy a desvelar, a pesar del carácter previsible de los mismos) pone ante ella el dilema al que me refería al principio de mi comentario.

“Ojo por ojo, diente por diente”, clave rectora de una determinada manera de comportarse ante los atropellos sufridos, se erige en la última parte de la película en criterio rector del comportamiento de Katja. Aunque no es tan simple como puede parecer. ¿Está justificado responder con una moneda idéntica al asesinato de su esposo y su hijo? ¿Puede ser la venganza el recurso que le devuelva a su vida orientación y sentido?

La actriz Diane Kruger, premiada en el festival de Cannes por su interpretación, afronta una presencia casi omnipresente en cada uno de los planos de una película que interesa desde el primer momento, y atrapa al espectador que asiste horrorizado, primero, solidario, después, y finalmente interrogado por el transcurso de la historia.

Ciertamente, el dilema moral planteado no se cierra con el final de la película. Deja un poso de dudas, o de preguntas nacidas de un estado de ánimo sorprendido…

Antonio Venceslá, cmf

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