Personas tóxicas

Hay problemas (crisis, accidentes, enfermedades y muertes) que se nos imponen. Tenemos que lidiar con ellos del mejor modo posible sin ahorrarnos un razonable duelo. Pero hay otros que vienen provocados por personas que se conducen por la vida de una manera muy dañina, fruto de una insolente inmadurez y, a veces, incluso de mala voluntad.

Lo ideal sería no toparnos con gente así que por los problemas tan absurdos que nos crean y, en cualquier caso, que resuelvan los desafueros que ellos mismos crean si no pueden evitarlos. Pero, la experiencia nos dice que están ahí y que con gente así hemos de bregar de cuando en cuanto.

Son personas expertas en atar nudos, contaminan cuanto tocan, se quejan de todo, exigen groseramente y atacan con la habilidad de tocar los puntos débiles y hacer daño. A veces es imposible evitarlas. En el tablero de juego que es la vida tenemos que jugar la partida con gente así. Cuando después de estar con alguien nos sentimos crispados, frustrados, anhelando quedarnos solos… estamos ante una persona tóxica.

Tóxicas son aquellas personas que no han madurado emocionalmente, gente profundamente insegura y egoísta que necesitan estar cerca de alguien (su víctima) para entablar una relación absorbente que les permita descargar sus frustraciones. Razonan inconscientemente con este argumento: “Puesto que yo no soy feliz, voy a hacer todo lo posible para que tampoco tú lo seas”. Así utilizan a su víctima como su terapia particular, invadiendo sus límites, resaltando sus defectos y divulgando la parte negativa de las cosas para compensar sus carencias e inseguridades y así sentirse mejor consigo mismas. Envenenan la relación. Al final acaban por fastidiar tanto a su víctima, que esta termina en el agotamiento, la impotencia, la rabia… o en algo peor, en casos extremos.

Cuando uno se encuentra con personas así, ¿qué puede hacer? Lo más fácil es desentenderse (¡que cada cual arregle su vida!), desanimarse (¡yo tiro la toalla!), aguantar con resignación (¡es la cruz que me ha tocado!), caer en la trampa (¡ahora te vas a enterar!) … o utilizar la única estrategia que cambia de verdad a las personas, que no es otra que el amor.

Lo mejor que podemos hacer por una persona tóxica es quererla de verdad. Pero sin esperar milagros; lo cual es a veces heroico. En el fondo, una persona amargada y agresiva está gritando con su propia vida algo que quizás nunca diga con las palabras: “Necesito que alguien me quiera”. Una persona que se sabe querida y que puede querer no va por la vida embistiendo. Puede tener problemas, le pueden salir algunas cosas mal, puede atravesar rachas de infortunios, pero los fundamentos de su alma son sólidos como para resistir los embates de la crisis. No somos felices porque las cosas nos vayan bien, sino porque sabemos Quién nos quiere sin condiciones, a Quién pertenecemos, por Quién vivimos y a Quién esperamos. Si no nos planteamos nada de esto, lo único que queda es comenzar una guerra.

Juan Carlos cmf

(FOTO: Paulo Silva)

 

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