Undécima «gota»: La Espada

Ya está la saeta preparada en su aljaba, embrazado el escudo, y la espada dispuesta a ser desenvainada. El campo de batalla es cualquier rincón del mundo en el que se encuentre un cristiano, un seguidor de Cristo. El “estado de guerra” ya estaba anunciado por el “Capitán General” de estas “Fuerzas Armadas”: “No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz, sino espada” (Mt 10,34), “el que no tenga espada, que venda su manto y compre una” (Lc 22,36). ¡Fuerte metáfora para zarandearnos y salir de nuestra vida acomodada y descomprometida!

Claret se sirve en esta ocasión (cf. Aut. 271) de una metáfora bíblica. ¿De qué espada se trata? Dejemos que sea la misma Escritura la que se presente: “empuñad la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios” (Ef 6,17).

Si con el “escudo” del Rosario nos defendemos de las insidias del mal, con la “espada” de la Palabra de Dios nos convertimos en la avanzadilla de la Iglesia. Tenemos que tener una plena confianza en el poder de la Palabra. Ésta se presenta a sí misma como “espada de doble filo” (Heb 4,12; Ap 1,16. 2,12). ¿En qué radica el poder de la mejor arma de la Iglesia (cf. Heb 4,12-13)?

  • “Es viva”: No es letra muerta. Donde hay vida hay belleza y fecundidad. A lo largo de la historia de la Iglesia ha despertado el deseo de seguir a Jesucristo y renovar la vida de millones de hombres y mujeres según la voluntad de Dios.
  • “Es eficaz”: La Palabra de Dios siempre cumple lo que dice. Actúa misteriosamente en la historia de toda persona de buena voluntad que se acerca a Ella. El hombre de hoy tan dado a la eficacia tiene que reconocer con humildad que la eficacia la da Dios; nosotros tenemos que llegar a exclamar: “siervos inútiles somos, hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,10).
  • “Es tajante… penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu”: Sondea el corazón del hombre para ayudarle al discernimiento. Dios no se contradice nunca con lo que dicen las Sagradas Escrituras.
  • “Juzga los deseos e intenciones del corazón”: Es el soporte de toda ética cristiana y la luz que pone orden en la vida de toda persona.
  • “Nada se le oculta”: Recuerda aquellas palabras del Salmo 139 (138): “¿Adónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro”. Toca toda dimensión de nuestra vida y de nuestro ser.

Con la Palabra de Dios se inició un día la “guerra” de la Paz anunciada por el profeta Isaías: “De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra” (Is 2,4b). Léela, medítala, estúdiala, compártela, anúnciala; Dios necesita “soldados” de la Paz.

Juan Antonio Lamarca, cmf

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