Son numerosas las producciones que narran la mentira institucional y la arbitrariedad jurídica de los estados por razones que se aducen en favor de eso que se llama “seguridad nacional” y que justifica los excesos y la falta de respeto a derechos fundamentales. Son incontables los casos que afectan a muchos países (los informes que anualmente publica Amnistía Internacional no suelen ser complacientes con casi ningún estado).
The Mauritanian es un relato aleccionador por la denuncia que contiene e ilustrativo de lo enunciado.
Recordamos los trágicos acontecimientos ocurridos en Nueva York en septiembre de 2001. Esos hechos provocaron una reacción por parte de Estados Unidos en muchos casos desproporcionada e injusta. Es el caso que describe esta película.
Un joven mauritano llamado Mohamedou Ould Slahi (interpretado por el actor francés Tahar Rahim) es detenido en su propia casa y conducido a ese limbo jurídico que Estados Unidos creó en la prisión de Guantánamo donde permaneció detenido ¡catorce años! sin que fuera acusado formalmente en base a pruebas que demostraran su culpabilidad.
El realizador Kevin McDonald denuncia con su película la actitud injustificada del presidente Bush, de su secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, instigadores de los brutales métodos de interrogatorio a los que sometieron al joven (y a muchos otros), carentes de elemental respeto a los derechos humanos. No falta tampoco una pulla al presidente Obama que en su presidencia mantuvo operativa la prisión.
Estos son hechos que se pueden consultar en la red. Pero la película, basada en el libro que escribió Mohamedou Slahi, siendo un documento de hechos reales, no es un documental y debería por tanto acogerse a las fórmulas narrativas del cine. Y tal vez ahí no resulta adecuada. Porque The Mauritanian narra los hechos y pretende ser fiel al desarrollo de los mismos, pero lo hace de un modo muy frío, poco emocional y diría que poco solidario con la tragedia vivida por el falso culpable.
Al final lo que sostiene el entramado argumental es la notable interpretación de quienes encarnan a sus protagonistas: el mencionado Tahar Rahim, Jodie Foster (que ha conseguido su tercer Oscar por su interpretación de Nancy Hollander, una abogada activista de derechos humanos que se ocupa de la defensa del detenido) y Benedict Cumberbatch, como el fiscal encargado de encontrar las pruebas y acusar a Mohamedou, el antagonista que al final resulta no serlo tanto. La evolución de este personaje ahonda en la denuncia que el realizador quiere dejar evidente.
Al final, nos queda una película que se sigue con interés y que nos ayuda a caer en la cuenta una vez más del caos moral que encierran tantas pretendidas soflamas patrioteras que solo esconden mentiras y arbitrariedades. Tal vez, si hubiera sido un poco más breve (129 minutos se antojan algo excesivos) resultaría más fácil mantener el interés por la historia.
Antonio Venceslá Toro, cmf