La vocación no es solo una palabra grande reservada para unos pocos; es algo que vamos descubriendo en lo cotidiano, una búsqueda compartida. En esta ocasión, cuatro jóvenes —desde España, Portugal y el Reino Unido— nos abren su corazón para contarnos su camino de fe y espacio de transformación. Porque Dios sigue llamando.
Mi vida era bastante básica en relación con la Fe: iba a misa todos los domingos, incluso después de hacer la primera comunión; rezaba por las noches, y hasta participaba en unos talleres para niños que organizaba mi parroquia. Cosas normales en una familia que siempre había sido inherentemente católica y practicante.
Sin embargo, estudié toda mi vida en un colegio laico, donde Dios no era más que el temario de una asignatura optativa de primaria. Esto, sumado a que mis padres trabajaban desde temprano por la mañana hasta tarde por la noche y no estaban presentes en mi vida mucho más que los fines de semana, hizo que no tuviera ningún modelo cercano a seguir en la Fe. Mi Fe era la de un niño, inmadura y superficial.
Un año, por casualidad, viví la Semana Santa en una parroquia distinta a la que solía ir. Me impactó ver una gran proporción de jóvenes, y más aún la intensidad con la que estaban viviendo las celebraciones de esa semana. Pero lo que más me llamó la atención fue la cercanía de los sacerdotes con ellos. Desde entonces, empecé a ir cada vez más a esa parroquia.
Cierto día, después de la Eucaristía, mis padres quisieron ir a saludar al sacerdote que había oficiado. Recuerdo que en la conversación me propuso que probara a ir un día al grupo de jóvenes de la parroquia, Claret Joven. Le hice caso, y me gustó. Descubrí que es mejor vivir la Fe en comunidad, rodeado de personas en las que confiar y con las que compartir.
El día que los jóvenes de mi grupo recibieron la Confirmación, dos Agentes de Pastoral me ofrecieron unirme al equipo. En ese momento, sentí que eso era lo que Dios quería para mí: de la misma manera que yo había crecido en la Fe con Claret Joven, yo podía ayudar a otros jóvenes a crecer. Si ahora estoy escribiendo esto, es gracias a esos dos APJs.
En general, Claret Joven me ha ayudado a profundizar en mi relación con Dios de una forma que no hubiera logrado por mi cuenta. Mi lugar está en Claret Joven. Y mientras ese sentimiento arda dentro de mí, seguiré allí, creciendo y madurando en la Fe con los demás.
Joven de PJV Fátima – España
Mi viaje en este mundo comenzó el 3 de septiembre de 2004. Antes de nacer, todos los informes médicos indicaban que era un niño sano y normal, sin ninguna anomalía.
Por eso, fue un gran impacto para mi familia cuando nací con Espina Bífida – Mielomeningocele. Para resumir una historia larga, a mi madre le dijeron que tendría que someterme a varias cirugías y que los niños con este tipo de defectos suelen depender de una silla de ruedas, con problemas de crecimiento corporal.
Al tercer día de nacido, me llevaron a cirugía para cerrar la columna vertebral abierta y evitar infecciones. Fue en ese momento cuando la Mano de Dios se manifestó poderosamente en mi vida. Cuando tenía dos meses comenzó el milagro de mi vida. Creo que mi nacimiento acercó a mi madre a Dios.
La fe siempre ha sido una parte fundamental de mi camino de vida. Mi madre y yo asistíamos a muchos retiros en Mumbai. Cada año, antes del Domingo de Ramos, se realiza una peregrinación a pie de unas 6-7 horas desde Marine Lines hasta la iglesia de Mount Mary en Bandra, Mumbai. Mis padres me llevaron por primera vez cuando tenía 3 años.
Mi familia fue bendecida al emigrar al Reino Unido en 2018.
Soy muy afortunado de vivir en el Reino Unido porque este país trata a los niños como yo con mucho respeto y cuidado, y hace todo lo posible para ayudarnos a llevar una vida independiente.
Hoy estoy aquí delante de ustedes, caminando por mí mismo. Me tambaleo un poco, pero está bien. Le doy gracias a Dios todos los días por darme fuerza.
“Porque nada hay imposible para Dios.”
Lc 1,37
Joven de PJV Fátima – UK
La PJV es un espacio de encuentro con Dios y de reencuentro conmigo mismo. Es caminar junto a muchos otros jóvenes, repartidos por todo el mundo, pero con sueños y propósitos parecidos a los míos. Y eso da fuerza y sentido a mi vocación.
La PJV ha sido un llamado constante de Jesús. Es un sí diario para cultivar mi fe y encender los corazones de tantos jóvenes en el amor y la alegría de Dios. Desde las actividades locales hasta los encuentros internacionales, es mi forma de entregar la vida en la fe.
Jóvenes de PJV Fátima – Portugal