«Vosotros sois la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo».
Los seguidores de Jesús tenemos la misión de hacerlo presente a lo largo de la historia. Y eso lo hacemos cuando somos lámparas encendidas y sal no mojada que ha perdido el sabor.
Te invito a realizar el siguiente ejercicio:
Enciende una cerilla. Y, mientras arde y se consume, piensa qué hace la llamada: quema, ilumina, calienta, contagia…
Cuando ya tengas que apagarla, piensa que tú estás llamado o llamada a ser continuamente en el mundo esa llamita.
Coge también unos granitos de sal y contémplalos en la palma de tu mano.
Llévate alguno a la boca. Y piensa que también tú estás llamado o llamada a ser continuamente en el mundo ese granito de sal.
Disfruta realizando este ejercicio y considérate luz y sal para el mundo.
Buenos días.