«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser… Amarás a tu prójimo como a tí mismo. Estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas».
El amor al prójimo es igual de importante que el amor a Dios.
En el Evangelio está muy claro: «lo que hicistéis con uno de estos mis hermanos conmigo lo hicistéis y lo que dejastéis de hacer con ellos, también dejastéis de hacerlo conmigo».
No tenemos excusas. Pudiera ser que el amor a Dios se nos quedará un poquito «en las nubes». Pero ante el hermano no tenemos escapatoria.
Si decimos que amamos al prójimo y no lo ponemos por obra, nos estamos engañando. Porque «obras son amores y no buenas razones». Nuestro amor a Dios se realiza cuando lo concretamos en el amor a los demás.
Intenta hoy y siempre amar en lo concreto.
Buenos días.
Antonio Sanjuán, cmf