«Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Y Jesús le dijo: «Levántate y ponte ahí en medio… Extiende el brazo». Lo extendió y quedó restablecido».
De nuevo asistimos a otro hecho de Jesús en el que devuelve la dignidad perdida a un hombre que, por su minusvalía, tendría que mendigar para comer.
Y Jesús realiza este hecho en un lugar sagrado: la sinagoga. Y en un tiempo sagrado: el sábado. Indicando con esto que lo que realmente es sagrado para Él es la persona humana.
Y dice al hombre: «Levántate!». Que es igual que decirle: «Resucita!». Porque Dios no acepta nada que pueda mortificar o degradar al hombre, esclavizarlo o anularlo. Dios quiere para el hombre la dignidad, el amor, la atención, la esperanza, la alegría, la salud… Piensa hoy en aquellas facetas de tu vida que puedas tener un tanto atrofiadas y ponlas en la presencia de Jesús. También Él te dice a ti: «Levantate!», «resucita!».
También te puedes encontrar hoy con personas que tienen atrofiada su esperanza, su alegría, su capacidad de amar o su capacidad de perdonar. Diles con sus hechos lo que Jesús dijo al que tenía la parálisis: «Levántate, ponte ahí en medio, extiende el brazo!». Resucita!.
Buenos días.
