Sirviendo la Palabra según Sanjuán: Lc 16, 19-31

«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal cubierto de llagas y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas».

El rico del Evangelio de hoy es privado de la gloria no por lo que hizo sino por lo que dejó de hacer. Era tan rico que desconocía a los pobres.

Directamente, él no le hizo daño a Lázaro. No lo echó de su portal, no mandó a sus criados que lo echaran de malos modos, no llamó a la policía…

El pecado del hombre rico es la ignorancia y la indiferencia ante el sufrimiento del hermano pobre que tiene a sus puertas.

Muchas veces decimos «yo no le hago mal a nadie». Pero también nos deberíamos preguntar si hago a los demás todo el bien que puedo.

Porque existe un pecado que se llama pecado de omisión. Y no dudes de que este pecado en mi vida y en tu vida es más frecuente de lo que nos parece.

Haz hoy un examen de conciencia y examínate de tus pecados de omisión. Es un buen ejercicio de Cuaresma.

Buenos días.

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