Creo que es casi unánime la consideración de Martin Scorsese como uno de los grandes realizadores de la reciente historia del cine. Desde comienzos de los años setenta del siglo pasado ha ido componiendo una filmografía rigurosa que ofrece algunas de las películas más sobresalientes de las últimas décadas: Malas calles, Taxi driver, Toro salvaje, La última tentación de Cristo, Uno de los nuestros, Infiltrados, y… Silencio, la última película estrenada en España y que comento brevemente en estas líneas.
Adaptación muy fiel de la novela del mismo título del escritor japonés Shusaku Endo, la película de Scorsese se acerca a la persecución sufrida por los cristianos en el siglo XVII en tierras japonesas. A lo largo de dos horas y media acompañamos el viaje físico y espiritual de un misionero jesuita que llega a Japón deseoso de predicar el evangelio, pero que encuentra un clima contrario a la fe cristiana. La oposición al evangelio no reside solo en las autoridades locales que persiguen y ejecutan a quienes no renuncian a la fe, sino en las dudas que poco a poco van asaltando al jesuita, inerme ante la maldad que observa a su alrededor e incapaz de ayudar a los cristianos que son apresados y que prefieren dar la vida antes que abrazar la apostasía. Y en medio de las zozobras y meditaciones de tantos momentos de soledad y cautiverio, el padre Rodrigues (interpretado por Andrew Garfield, del que hemos podido ver hace poco Hasta el último hombre, una película pacifista cargada paradójicamente de violencia) se interroga e interroga a Dios por su silencio aparente y su indiferencia ante la suerte de los creyentes. Son muchas las escenas destacables por su plasticidad (la muerte en cruz, azotados por las olas, de unos cristianos), y por las reflexiones sobre el cristianismo y su relación con la religión tradicional japonesa (en este sentido hay que subrayar el diálogo que el P. Rodrigues mantiene con el P. Ferreira, un jesuita que apostató y que fue el motivo inicial de su viaje a Japón, o los interrogatorios a que es sometido por la autoridad local).
En una historia cruda, no exenta de algunas escenas cargadas de tensión y violencia, Scorsese aborda también un tema o experiencia presente ya en otras películas suyas: la expiación, o intento de redención a través del sufrimiento: la espiral de violencia que provoca y sufre el protagonista de Taxi Driver, el castigo recibido (casi autoinfligido) por Jake La Mota en Toro salvaje, el sacrificio y tormento de Jesús en La última tentación… Desde esta clave observamos el camino espiritual del P. Rodrigues que se ve incapaz de soportar el sacrificio de los cristianos y encuentra en su detención casi una liberación.
Silencio es, a mi juicio, una película muy recomendable, aunque su larga duración, su temática y ritmo pausado, puede desalentar a más de uno. Somos también muchos los que agradecemos que Socrsese haya podido satisfacer su deseo, ya antiguo, de adaptar al cine la novela de Shusaku Endo, que me permito también recomendar.
Antonio Venceslá, cmf