Este albedrìo tenue
Es una capa de òxido
que crepita en la herrumbre
de mi velar despierto.
La noche es un luto de cal
que penetra el pecho de mi conciencia
y ensaya una caída muda y contagiada.
Decadente el alma, asoma su última ojera
y se rinde en la sangre arrugada,
donde espero la infinita compañía
de Dios y de los àrboles,
del mar y la arena,
en este trapecio
que no ha fijado el punto
de su última caída.
¿Cuàndo saltaremos
A ese vacìo permitido?
Ramón Uzcátegui Méndez, sc