La Asociación Promoción Claretiana para el Desarrollo Bética (PROCLADE BÉTICA) nace en 1994 por iniciativa de misioneros y seglares que buscan una manera más eficiente de apoyar las misiones claretianas de la entonces provincia Bética (Andalucía, Extremadura, Canarias). Se trataba de colaborar en el trabajo social y evangelizador que desarrollaban misioneros de la provincia, concretamente, en Humahuaca (Argentina). Después se abrieron mucho más los horizontes.
En 2024 se cumplieron 30 años de vida de la organización que ha experimentado una gran transformación. Proclade Bética es hoy una entidad de voluntariado, en la que se intentan canalizar inquietudes y deseos de construir un mundo mejor, con la inspiración del Evangelio y el carisma de Claret, desde la corresponsabilidad, la participación y la incidencia, para la defensa, promoción y protección de los derechos humanos, la igualdad y la justicia. Las personas socias y el voluntariado son agentes de este desafío: están presentes en la Junta Directiva, las ocho delegaciones locales, diferentes grupos de trabajo (voluntariado internacional, comunicación), grupo de jóvenes… sostienen con sus medios la organización y posibilitan sus fines, impulsan acciones y viven experiencias transformadoras. El último Plan Estratégico ordena las acciones y proyectos en cuatro focos (Derecho a la Educación, Ecología Integral, Migraciones e Interculturalidad, Paz y Reconciliación), articulándolos e integrándolos en tres áreas operativas (Cooperación Internacional, Educación para la Ciudadanía Global, Inclusión social).
Desde Andalucía y Extremadura, el sur del norte europeo, Proclade Bética reivindica una mirada global al mundo sin dejar de ver lo local porque, como tantas veces recordaba el Papa Francisco, todo está conectado. Cerca y lejos las personas sufren la vulneración de sus derechos básicos, la violencia, la falta de oportunidades… son todas víctimas de un sistema injusto y destructor de la Casa Común. El Sur es global y está presente en todos los rincones del planeta. Frente al individualismo, los discursos de odio, el consumismo, la depredación de los recursos… Proclade Bética se esfuerza por acompañar procesos de transformación personal y coherencia de vida, generar conciencia colectiva y organizada, promover redes de solidaridad local e internacional.
El Programa de Voluntariado de Encuentro es un ejemplo. Numerosas personas han vivido experiencias misioneras y de voluntariado internacionales con Proclade Bética a lo largo de toda su historia, iniciativas que han tratado de mejorar y adaptarse a los tiempos. Actualmente se ofrece voluntariado de corta y larga duración, tras un periodo de formación presencial y online de los y las aspirantes, que se desarrolla aproximadamente entre enero y junio de cada año. Se envía a personas pero también se acoge a quienes proceden de otras provincias claretianas. El Programa lo impulsa un equipo de voluntarios y voluntarias que asumen tareas de organización, acompañamiento y formación. Los objetivos son generar experiencias de intercambio y reciprocidad, desde una mirada horizontal, crítica y reflexiva; favorecer la construcción de una ciudadanía global, potenciando la creación de redes personales y comunitarias; contribuir al crecimiento de las personas como agentes generadores de cambio y participar en proyectos y misiones de las comunidades de acogida.
Lucía Muñoz compartió su vida durante nueve meses en la comunidad claretiana de Ingeniero Jacobacci, en la Patagonia Argentina. Este es su testimonio:
“Mi nombre es Lucía, tengo 27 años, soy enfermera. Durante el curso 24-25 he realizado un voluntariado de larga duración en Ingeniero Jacobacci, localidad de la provincia de Río Negro en Argentina. Quería tener una experiencia de encuentro, ser capaz de dejar atrás todo lo que me ataba en el día a día, dar tiempo a que esas cosas pasaran a un segundo plano y tener un encuentro de verdad y profundo con otras realidades, con otras formas de trabajar con otros y otras en la construcción de un mundo más justo. Me encontré con personas muy hospitalarias, muy sencillas, que establecen vínculos muy de verdad. No buscan interés de ningún tipo, se muestran como son y lo que tienen, y construyen relaciones muy honestas. Hay problemas: Es una población envejecida, porque los jóvenes se marchan a estudiar y esto hace que haya soledad y necesidad de apoyo comunitario; la situación económica y política es muy complicada, y en esta área remota y aislada, más olvidada, los problemas se agudizan. El territorio era rico en agua y recursos, pero la minería y el cambio climático lo han empobrecido. Mi experiencia fue como de un espejo: me hizo ver cómo los niveles de consumo que tenemos en el norte global, concretamente en Europa, tienen un impacto directo en estos territorios que se convierten en territorios de sacrificio. He vivido en primera persona, en la propia carne, ese sacrificio de la tierra y de las personas, y para mí ha sido un punto de inflexión. También me he empapado de su espiritualidad, la mayoría cristiana, pero atravesada por la cosmovisión mapuche. La iglesia católica, y particularmente la misión claretiana, ha acompañado procesos de reencuentro con la identidad mapuche, con su visión de la tierra, como parte de sí mismos, en armonía con ella, como algo sagrado que hay que respetar. Mi experiencia fue estar, vivir en comunidad y participar de lo que la comunidad hacía. Para mí fue un tiempo de reconexión conmigo misma, de parar, de discernir cuáles son mis anhelos profundos y conectar con eso que Dios pone en cada uno de nosotros. Resalto la experiencia de la diversidad en la que Dios se hace presente, en las luchas del pueblo mapuche, en la Asamblea en defensa del Agua y el Territorio, ha sido un regalo”.