No todos los sueños sueños son

Traemos hoy a esta sección que pretende ser un rincón para crecer en «cordialidad» compartiendo vida fraterna, el testimonio de Blas Márquez Bernal, actualmente en la Comunidad de Las Rehoyas, en Las Palmas de Gran Canaria.

NO TODOS LOS SUEÑOS  SUEÑOS SON

Llegué a América Latina en plena efervescencia de la Teología de la Liberación, del florecimiento de las Comunidades Eclesiales de Base, la Lectura Popular y Orante de la Biblia y el desplazamiento de las Congregaciones religiosas hacia zonas marginales donde estaba en juego la vida y la dignidad de los empobrecidos.

He vivido, siempre que he podido, en comunidades insertas en zonas populares. Mis hermanos claretianos respetaron esta opción de vida. Y considero que es un don de Dios poder vivir entre los empobrecidos y descartados por este sistema  neoliberal que mata, como dice el Papa Francisco. Y vivir,  no  solo geográficamente, sino también como lugar social y categoría teológica,

Es fundamental definir el lugar desde dónde se mira la vida. Una misma realidad, contemplada con miradas diferentes  tiene sus consecuencias. No se ve lo mismo, no se juzga de la misma forma y, en consecuencia, no se actúa igual en el corazón de la realidad. Y en este camino he ido buscando, entre aciertos y zozobras, respuestas a estas preguntas: ¿Dónde estar? ¿Con quién estar? ¿Por qué estar? ¿Cómo estar?  ¿Hasta dónde estar?

Este panorama eclesial despertó en mí algunos sueños que parecían adormecidos. Al principio,  una aventura con sabor a Evangelio como esta hace que tus sueños no tengan bordes. Se desbordan y generan un entusiasmo inédito.  Porque, además, no te sientes solo. Era toda una corriente espiritual que recorría “las venas abiertas de América Latina”. Era el Espíritu de Jesús quien empujaba a las comunidades religiosas hacia la frontera de los desplazados y, junto  con el pueblo pobre y creyente, ir abriendo nuevos caminos al Proyecto de Jesús, el Reino, reinterpretado desde esta realidad lacerante.

Con el tiempo, las aristas de los sueños hieren y hasta sangran. La tentación de buscar otros lugares más seguros empieza a morder el corazón. Y hay que estar vigilantes para no ceder. Pero los sueños verdaderos no mueren. Anidan como pájaros florecidos en algún rincón del corazón, y algún día vuelven a reverdecer.

Muchas veces me preguntaba: “Cómo hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente” (Gustavo Gutiérrez) e intentaba, reflexionar sobre la realidad de los pobres a partir de la figura bíblica de Job y su experiencia existencial: su opción radical, su lenguaje profético y su actitud contemplativa.

Este itinerario responde a una experiencia espiritual. No es una estrategia, ni la pretensión de una mayor eficacia misionera. Sin ese fondo último, el seguimiento de Jesús es una falacia. Él siempre se dejó llevar por el Espíritu que lo iba conduciendo  hacia lugares insospechados  y situaciones inesperadas. Y esa es la espiritualidad cristiana, vivir a impulsos del Espíritu que nos capacita para seguir el camino de Jesús en las circunstancias históricas que nos toca vivir. Es una especie de corriente que nos arrastra hacia aquello que no nos atrevemos a soñar por falta de confianza en nosotros mismos, en los pobres y especialmente por falta de confianza en el Dios de Jesús, Dios del Reino.

Me enfrenté con muchas situaciones límites. Había que dar respuesta, a veces arriesgadas y comprometidas. Cruzarse de brazos era una traición a la Causa de Jesús que interpela siempre cuando la vida y dignidad de los empobrecidos está en juego. A veces no acerté  y las precipitaciones o la ambigüedad en la respuesta quedaban flotando por los alrededores del corazón.

En una ocasión representantes del sindicato campesino de Sierra Imataca (una de las zonas de la misión claretiana en el Delta de Orinoco, Venezuela) vinieron a la comunidad con una pregunta inquietante: “¿Ustedes de parte de quién están?” El gobierno de entonces les había dado en usufructo diez hectáreas para el cultivo y sustento de sus familias. Pero un día se presentó un señor de Caracas con un documento notarial como propietario de todas esas tierras. El chantaje y el dinero lo hicieron posible.  Y mandó vallar todas esas tierras. Esa mañana los campesinos nos pusieron a prueba: “¿Ustedes con quiénes están, con el Sr de Caracas o con nosotros?”  Nos miramos y no dudamos en la respuesta: “Con ustedes”. Respuesta de los campesinos: “Pues mañana, a las 5 de la madrugada, machete en mano vamos a derribar las vallas y recuperar nuestras tierras”. Hicieron lo mismo con la comunidad de las Hermanas del Santo Ángel y la misma respuesta. Y machete en mano durante todo un día derribamos esas vayas. Yo recordaba mientras tanto esa canción de Víctor Jara “A desalambrar”. A la caída de la tarde, regresamos y en nuestra casa-misión celebramos con una comida fraterna esta pequeña liberación.  Al final, los campesinos recuperaron sus tierras. Y me preguntaba: ¿No es esto Evangelización?

En el corazón me quedaba latente una pregunta: al retornar a España, ¿sería posible seguir viviendo como claretiano (y lo hago extensivo a todos los que vivieron en América Latina) en comunidades insertas en medios populares desde la perspectiva de los empobrecidos? Hasta ahora sigue siendo posible.

¿Ven cómo no todos los sueños sueños son?

 Blas Márquez Bernal, cmf

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