(Hoy, fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, publicamos esta poesía de Blas, que nos habla de este Sacerdote que se hizo ofrenda desde el «trono de la Cruz» y a quien muchos decimos seguir…)
Dame tu cruz, Nazareno
y, a pesar de mis caídas,
ponme en camino de nuevo.                 
Dame tu Cruz, Nazareno,
 y a pesar de mis caídas,
 quiero ser tu cirineo.
De nuevo pesa la vida.
 De nuevo pesan las horas.
 Y las penas encendidas
 como olas se levantan,
 una a una y a una todas
 doblegando la esperanza.
Nazareno solidario,
 Cirineo de mis cruces,
 llévame al monte calvario,
 y entre los besos del viento
 y el resplandor de tus luces,
 haga el camino de nuevo.
Ya estoy aquí de rodillas
 ante tu rostro dormido
 entre cartones y penas.
Duerme en silencio Sevilla
 sin  tacto ya y sin latido.
 Dame tu luz, Centinela,
 alúmbrame en el camino
 en esta noche de espera.
El llanto de las mujeres
 ayer de Jerusalén
 hoy es llanto de mujer
 que oscurece, llaga y duele
 en cada esquina del viento.
Penas van y penas vienen
 sobre tu cruz, Nazareno,
 como una luna en tus sienes.
A pesar de tantas cruces
 como llevo sobre el hombro,
 quiero ser tu cirineo,
 paso a paso hasta la cumbre.
Déjame llegar al pozo
 de tu redentora sed.
 Yo con mis cruces no puedo,
 Tú lo sabes, yo también.
 Dame, Señor, tu consuelo.
No te encierres en el Templo,
 que en la calle está la vida,
 El dolor y el sufrimiento.
 Nazareno, buen amigo,
 cura todas las heridas
 las heridas de tu pueblo.
Dame tu cruz, Nazareno,
 y  a pesar de mis caídas,
 ponme en camino de nuevo.
Dame tu Cruz, Nazareno,
 y a pesar de mis caídas,
 quiero ser tu cirineo.
Blas Márquez Bernal, cmf



							
			
			
							