Los Fabelmans

Han coincidido en la cartelera dos películas que, desde su particular estilo, ofrecen un sentido homenaje al cine. Una de ellas es Babilonia, ya comentada en este blog, que hace de la acidez y las referencias a historias oscuras del Hollywood clásico el eje de su narración; y la otra, Los Fabelman, ofrece un homenaje entrañable y rico de referencias a la biografía de su realizador, el siempre eficaz Steven Spielberg.

Hay que subrayar desde el principio de este comentario que la última película de Spielberg es una maravilla merecedora de toda la atención, muy recomendable porque está abierta a muchas sugerencias y ofrece una historia llena de cariño a su vida adolescente, a su historia familiar y a su incipiente interés por el medio cinematográfico. De aquellos iniciales balbuceos con una cámara de super 8, ha surgido una larga filmografía, treinta y cinco largometrajes, que contiene varias obras maestras, éxitos comerciales y algún desliz apenas perceptible. Los Fabelman indaga también en su historia familiar, en la relación con su padre, ingeniero informático, con su madre, una mujer sensible, con sus hermanas y otros miembros del clan familiar en el que no es un elemento secundario el origen judío de sus raíces. La descripción de estas relaciones, entrañables unas veces, no siempre fáciles otras, y motivo también de preocupación y lágrimas conforman uno de los ejes de la película que evocan situaciones de otras películas (la vivencia familiar de joven Elliot en ET, o la ausencia y el desamparo vivido por el joven protagonista de El imperio del sol), como si Los Fabelman fuera un particular resumen de temas y vivencias narradas en su filmografía anterior.

Pero, sobre todo, Spielberg describe con hondura y ternura el mundo de su infancia, la primera vez que fue al cine acompañado de sus padres, medio temeroso e ignorante de que estaba a punto de ser abducido de modo indeleble por los fotogramas de una y mil películas, unas recibidas con actitud reverencial en las salas de cine, y otras salidas de su imaginación y de su arte para regocijo de quienes hemos disfrutado muchas veces de su genio.

Spielberg ha mostrado repetidas veces la altura de su arte, el dominio de la técnica, su compromiso con temas muy cercanos a su vida y sensibilidad (el judaísmo, la esclavitud, la defensa de la libertad, la camaradería en medio del horror). También en esta película hace alarde de su pericia en la expresión fílmica de un guion certero, sazonado de mucha nostalgia, sin que eso signifique noñería o visión cursi de su pasado. En Los Fabelman nos regala un mundo repleto de sensaciones que nos llevan a acompañarle con mucho gusto por el viaje que realiza a un fragmento de sus primeros años.

No podemos dejar de subrayar el trabajo de sus intérpretes, especialmente Michelle Williams, que encarna a su madre, Paul Dano, que interpreta su padre, y el joven Gabriel LaBelle que encarna al joven Sammy Fabelman. Ellos y el resto del reparto nos invitan a disfrutar dos horas y media de la historia que Spielberg nos ha regalado.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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