LA IMPRESCINDIBLE COMUNIÓN CON DIOS

Particularmente en nuestro carisma, espiritualidad y misión forman un todo. Están íntima e indisolublemente unidas. Desde el celo apostólico, nuestra espiritualidad solo está completa cuando respondemos a la urgencia de la misión. Y a su vez, nuestra actividad misionera se convierte en charlatanería hueca sin una profunda espiritualidad. De alguna manera Claret quiso remarcar esto mismo en su oración apostólica. ¿Acaso podemos hacer que otros conozcan a Dios si nosotros no lo conocemos bien? ¿Cómo hacerle amar y servir por otros si nosotros no le amamos y servimos? 

Desde esta perspectiva, la vida de un seglar claretiano se convierte también en una  “fragua” constante, en la que a base de golpes de realidad evangélica Dios va moldeando tu persona y tu existencia, que se hacen maleables gracias al fuego de su Espíritu. Es ese fuego quien día a día te anima a construir junto a tu mujer y tus hijos un hogar acogedor y convertirlo en Iglesia doméstica que sea “piedra” del Reino. Ese mismo fuego es quien te lleva a procurar ser en todo momento un vector de alegría, buen humor, concordia y unidad en todas tus relaciones (parientes,  amigos, compañeros, vecinos y demás personas con las que coincides a diario) tanto en los encuentros habituales como en los casuales… Es el fuego del Espíritu quien te mueve a ser honesto, competente y perfeccionista en tu trabajo, para prestar el mejor de los servicios a quienes se benefician del mismo. Es también quien te moviliza interiormente a preocuparte por la construcción de un mundo más justo e incluyente que defienda la dignidad de toda persona y el cuidado de la creación como casa de todos, buscando el bien común desde la participación política, social y cultural. El fuego del Espíritu es también quien te invita a compartir tu fe con tu comunidad parroquial y tu iglesia local, para hacer camino juntos en alabanza agradecida al mismo Dios que nos convoca y reúne…  En definitiva, es el fuego del Espíritu quien nos ayuda a animar desde el Evangelio las realidades de cada tiempo, buscando constantemente la Voluntad de Dios en las múltiples situaciones y circunstancias que nos va planteando la vida, en sus diferentes etapas a lo largo de nuestra historia.

En esta clave, es fácil entender cuán importante es alimentar constantemente ese fuego del Espíritu, cuidando cada posibilidad de encuentro y cercanía con Dios-Padre como un momento y espacio privilegiado para lograr una mayor intimidad con Él. Procurar vivir en permanente comunión con Dios se convierte en un objetivo irrenunciable, por muy difícil o pretencioso que parezca. No hay mejor manera de ser un misionero testigo de Cristo que buscar configurarte cada vez más con Él, sentir sus mismos sentimientos, compartir sus mismas preocupaciones, perseguir sus mismos propósitos…, hasta que el Evangelio comience a transpirar de manera natural a través de cada uno de tus poros y se refleje en cada una de tus acciones, palabras, miradas y gestos. 

 

 Miguel Ángel Sosa
Seglar Claretiano

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