Juan de la Cruz. Intimidad con Dios.

Otra semana con un ramillete amplio de «influencers». El día 11 de Diciembre celebramos a San DÁMASO, papa s.IV (300-384). Le tocó vivir un siglo de enconadas luchas dogmáticas. El Emperador Constantino turba la iglesia con un despotismo teocrático; con su favor, Arrio triunfa por doquier; los obispos ortodoxos caminan al destierro y la fe de Nicea se tambalea. Sube a la cátedra de Pedro el año 366: cismas y discusiones heréticas, rebeldías, apasionamientos teológicos arbitrariedades imperiales. Las sectas se combaten encarnizadamente. No quieren al papa español por extranjero, y surge un antipapa Ursino. Lucha larga y sangrienta. En cierta ocasión hubo más de ciento cincuenta muertos en las plazas. Este español, lo mismo que el emperador Teodosio, sentía el alma de Roma mejor que ningún romano. Armoniza lo antiguo con lo nuevo.Visitante asiduo de las catacumbas, realiza una admirable labor arquitectónica, venerando a los mártires. Con san Ambrosio sofoca el arrianismo de Milán; convoca el concilio ecuménico de Constantinopla. Roma, siempre prudente, pensaba las cosas y las maduraba sin prisas, con diplomacia. Encontró en Jerónimo, español como él, el consumado hebraísta, su mejor ayuda para editar la Vulgata (en latín vulgar, no clásico) y rehacer la unidad.

El día 13 recordamos a Santa LUCÍA (†304) quien hace honor a su nombre (Lux-Lucis), anhelando la Libertad religiosa, que muy pronto declarará Constantino I, el Emperador. Su martirio fue espantoso: le sacan los ojos, le muelen a golpes y es finalmente decapitada, convirtiéndose muy pronto en protectora de los ciegos. Un año y tres días antes, era también sacrificada la bella EULALIA de Mérida, cuya SANTIDAD elogia Prudencio; igual que la joven LEOCADIA (†303): muere muy joven, arrodillada ante la cruz que ella misma trazó con sus uñas en la pared, durante su largo cautiverio.

Y el 14 de Diciembre hacemos fiesta de San JUAN DE LA CRUZ (1542- 1591). Natural de Fonte-Iberos, huérfano de padre y madre, se trasladó a Arévalo de Ávila y, poco después, a Valladolid-Medina del Campo, donde conoció a la gran Teresa en el Carmelo de la Encarnación, ya reformado, actuando como confesor. Luego diríamos que fue “mártir” en Toledo, encarcelado, y en Baeza, donde fue influido eficazmente por el Maestro Juan de Ávila, padeciendo, santificándose  y muriendo en Úbeda. Sin duda, un santo enórmemente influyente en nuestra cultura y en nuestra vivencia religiosa. Místico, poeta… suyas son las sintéticas «Nadas», la extensa «Subida al Monte Carmelo» o el precioso «Cántico Espiritual». Todo ello declaraciones hermosas de su experiencia íntima de encuentro con Dios.

Y tú, ¿cómo cultivas tu intimidad con Dios? ¿Alimentas tu espíritu? ¿Sacas ratitos para estar con «el Amado»?

Antonio Bolívar, cmf

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