Periódicamente llegan a nuestras pantallas películas que retratan historias con discriminación de fondo, particularmente de la población negra en Estados Unidos. La lista de ejemplos sería muy larga y seguramente seguirán produciéndose porque es un tema real y proclive a ser observado desde muchas aristas. Al hilo de los últimos premios Oscar (que galardonaron el guion y al actor secundario) nos llegó Green Book. Sorprende que el realizador Peter Farrelly, que perpetró a finales del siglo pasado comedias bastante infumables como Dos tontos muy tontos o Algo pasa con Mary, haya tenido el tino de llevar ésta a buen puerto.

El ‘libro verde’ del título alude a una guía que orientaba a los viajeros de raza negra en qué bares o cafeterías de los estados del Sur podían detenerse a comer o en qué moteles serían aceptados sin dificultades. Esta guía es la compañera de un italoamericano (al que interpreta ViggoMortensen) que consigue un trabajo como chófer de un pianista negro (Mahershala Ali, multipremiado como mejor actor secundario en diversos certámenes) al que ha de acompañar durante una gira que éste va a realizar por diversos lugares de la geografía de Estados Unidos, sobre todo por los estados del Sur. Es un virtuoso del piano, reconocido y aplaudido con entusiasmo por todos los públicos ante los que despliega su talento, pero al mismo tiempo, al ser negro, sufre el rechazo por parte de los mismos que le reconocen su valía artística. Contradicciones. Este aspecto de la película tiene un desarrollo más previsible y esperado. Y si centramos la mirada en él no encontraríamos en Green Book especiales huellas de reconocimiento.

Mirando la evolución que se produce en la relación de los dos personajes principales (basados en dos personas realmente existentes; la historia se desarrolló en los años sesenta del siglo pasado) podemos focalizar la atención en la posibilidad de reacción y cambio, en el progresivo acercamiento que se produce entre ambos (un chófer racista o al menos poco dado al reconocimiento de su contratante y un pianista enormemente ególatra y seguro de sí), en el descubrimiento de la verdad que ocultan y en el camino que les conduce a encontrarse, reconocerse y valorarse, y finalmente llegar a apreciarse.

Green Book no traspasa el umbral de comedia: las reacciones de los protagonistas provocan sonrisas y sus penalidades no parecen caer en el exceso. Desconozco si las circunstancias que vivieron en su viaje real se movieron en ese tono algo condescendiente y, da la impresión, superficial. Porque tal vez la realidad fue más incómoda de lo que nos narra la película. O no.

Antonio Venceslá, cmf

Start typing and press Enter to search