(A Ramón Uzcátegui Méndez, amigo-hermano y poeta de las colinas azules en Los Andes merideños)
Relámpagos de besos en cadena
en la noche sin tregua. Alborada
de luceros sin rumbo y la mirada
de los que van y vienen con su pena.
Caracoles azules por la escena
de los cristales rotos. Y una espada
en los labios. ¿Y el alba? Maniatada.
¿Y nuestra voz? Sujeta a su condena.
Debajo del escombro de la luna
he sembrado de nuevo la semilla
de este sueño que a veces se me apaga.
Si las olas sucumben, ya no hay duna
para besar la mar. Pena amarilla.
¿Quién nos abre de par en par la llaga?
Blas Márquez, cmf