El comentario del Domingo: V del Tiempo Ordinario

10 de febrero de 2019.

El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús “enseñando a la gente que se agolpaba para oír la Palabra de Dios”. Enseña desde la orilla, pero son tantos que tiene que subirse a una barca y desde allí, continuar su enseñanza. Al terminar le dice a Pedro que reme mar a dentro para pescar, quien tras exponerle las dificultades que han tenido durante la noche, dirá: “ por tu palabra, echaré las redes”.
Y se produce la pesca milagrosa. Ante la abundante pesca, Pedro se postra ante Jesús, le reconoce como Señor y ve su propia indignidad. De nuevo, las palabras salvadoras de Jesús: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres”. Pedro y los demás, dejándolo todo, le siguieron.
En la primera lectura, del profeta Isaías, este se reconoce pecador ante la manifestación del Señor: “¡Hay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros he visto con mis ojos al Rey y Señor”. Pero el Señor perdona y envía a Isaías como profeta. En la carta a los Corintios, en la segunda lectura, Pablo reconoce “no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia. Pero, por la gracias de Dios, soy lo que soy”. El reconocimiento de la propia pequeñez por parte de Isaías, de Pablo, de Pedro, hace que sea la gracias de Dios la que actúe y hace su Palabra eficaz.
En su encuentro con el Señor, IsaÍas se convierte en enviado como profeta; Pablo, en apóstol de los gentiles, y Pedro y los demás apóstoles, en pescadores de hombres.
En mi relación con Jesús en el día a día, en el encuentro con los hermanos, en la Eucaristía dominical, ¿soy consciente de la grandeza de Jesús frente a mi debilidad?¿Estoy dispuesto a dejarlo todo por seguirle, a ser su enviado, a colaborar con él?

Juan Ramón Gómez Pascual, cmf

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