El ayuno que yo quiero (Is 58, 5-12) Cantos al derecho y al revés.

Una voz sin descanso 
Rompe los silencios cautivos.
Es la voz de Dios que reclama 
Poner el corazón en vilo,
Enderezar sus sendas,
Dejar que su Palabra viva 
Ahogue nuestras voces frágiles 
Y nos abra a la vida.

Dice el Señor:

No quiero ayunos ni lutos
Ni abstinencias ni aflicciones. 
Ni la ceniza en la frente
Ni la cruz de tus dolores.
 
Ni tu cuerpo derrotado 
Ni tu mirada perdida.
Ni tus labios malheridos 
Ni tus rodillas vencidas.
 
No me agradan tus plegarias 
Ni el olor de tus inciensos 
Mientras enjugo en mi rostro 
Las lágrimas de mi pueblo. 

Dice el Señor:

El ayuno que yo quiero 
Es que rompas las cadenas, 
Derribes las alambradas 
Y enjugues llantos y penas.
 
Que el oprimido redima 
La tiranía y el miedo.
Y la justicia deslumbre 
Las veredas y senderos. 

El ayuno que yo quiero 
Es que desates los nudos 
Y que los pobres se alegren 
Liberados de sus yugos. 

Que se rompan los cerrojos 
Que tu corazón cautivan 
Y de par en par tus manos,
Con abrazos y caricias. 

El ayuno que me agrada
Es que celebres la vida,
Solidarios con los pobres,
En la paz de la justicia. 

Que se hospeden en tu casa
Los que están a la intemperie 
Y los desnudo y hambrientos 
En tu corazón se queden. 

Entonces, brillará tu luz
Como un amanecer de ruiseñores.
Y escucharé tu voz cuando me llames. 
Y entonarás nuevas canciones. 
Borraré de tu rostro
Las huellas de tu llanto.
Prepararé la mesa fraternal 
Y el festín de la Vida sin ocaso. 

Blas Márquez Bernal, cmf

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