Con motivo del 30º Aniversario de la caída del muro de Berlín

Hace treinta años cayó el muro de Berlín, desde entonces en Europa se han multiplicado los muros físicos y mentales. Aquel muro mítico —símbolo de la Guerra Fría— servía para impedir salir. Los actuales pretenden impedir entrar. La ignominia continúa. Y el triunfalismo de los que, hace treinta años, proclamaron el fin de la historia y el triunfo definitivo de la libertad, ha declinado rápidamente en tiempos en los que el autoritarismo postdemocrático crece en una Europa impotente y desconcertada.

Pero décadas después de su desmantelamiento, recientemente se han construido cientos de kilómetros de nuevas cercas en todo el continente europeo.

Ahora los muros y vallas proliferan, más de mil kilómetros solo en Europa. Con cuota española en Melilla y en Ceuta. Y las barreras naturales se utilizan impunemente para el rechazo selectivo de los que se nos acercan, hasta convertir el Mediterráneo en un auténtico mar Muerto, tumba de decenas de miles de personas inocentes. Muchos de los que se escandalizaban entonces, miran ahora a otra parte. Y los dirigentes que proclamaban el triunfo de la libertad, especulan políticamente con la inmigración en busca de falsos culpables de las fracturas sociales generadas por la actual mutación del capitalismo. El inmigrante como chivo expiatorio de la impotencia de la política.

Y no solo en Europa. Los muros, barreras o vallas que refuerzan las divisiones entre territorios son hoy en día un fenómeno global.

Según un estudio de la Universidad de Québec en Montreal, liderado por Elisabeth Vallet, en 1990 había 15 muros, y hoy en día son al menos 70.

Pero ¿cuáles son las razones por las que se levantan esas barreras, o para decirlo mejor, las razones que usan los gobiernos para construirlas? Al menos es evidente, aunque son muchas más y todas interaccionan entre ellas: Frenar la inmigración.En el centro de esto está la difícil relación de Europa con la migración.

A los muros físicos se suman los muros mentales de la intolerancia y el comunitarismo de rechazo de la diferencia.

Lejos de desaparecer, como muchos pensaron tras la caída del muro de Berlín, los muros se han convertido en un fenómeno global que nos deja el dibujo de un mundo cada vez más marcado por sus divisiones.

José Antonio Benítez Pineda, cmf

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