¿Es posible educar e instruir a los niños y jóvenes al margen de los agentes sociales establecidos? A este interrogante pretende responder Captain Fantastic (Matt Ross, 2016). En ella asistimos a la fórmula ideada por un padre que ha creado un particular universo donde educa a sus hijos e hijas en una forma de vivir contracultural, no exenta de exigencia, incluso de un riesgo que puede hacer dudar al espectador de la oportunidad de sus propuestas. Sin embargo, la película envuelve la vida de la familia de un halo cercano al idealismo. Vida natural, alimentación sana, aprendizaje práctico, cultivo de la inteligencia y la reflexión, diálogo y debate sincero y constructivo, convivencia al calor del fuego tras las duras jornadas de trabajo y esfuerzo físico, lectura reflexiva, ejercicios de resistencia en condiciones extremas… Todos los intentos de preservar ese estado de vivir son puestos en peligro a causa de una contingencia (que no voy a desvelar) y que empuja a la familia a emprender un largo viaje que les obligará a contrastar sus convicciones con un medio social lleno de convenciones y conformismo, fundamentalismo religioso, consumo y capitalismo. ¿Cómo situarse ante la realidad, cuando ésta quiere imponer con tenacidad su visión de las cosas?
En el seno de la familia surgen conflictos, se debilitan convicciones, se incrustan traiciones y rebeldías que parecen poner en crisis todo el esfuerzo educativo realizado por el padre.
Formalmente, la película desarrolla la historia de manera tranquila y pausada. La estructura de road movie que ocupa gran parte del metraje, nos remite a historias parecidas. Las interpretaciones de los intérpretes son ajustadas (Viggo Mortensen, el protagonista, ha sido nominado a los Oscar en la categoría de mejor actor; los intérpretes infantiles muestran una naturalidad acorde con la identidad que el guion les otorga). Un par de escenas a mi juicio disonantes del tono general exhibido en la película no empañan la riqueza que atesora su propuesta.
Antonio Venceslá, cmf
