Bajo las estrellas de París

¡Cuántas películas nos han llevado de viaje a París y hemos contemplado sus amplias avenidas y plazas! Nos han retratado una ciudad de postal, en la que todo parece transcurrir agradable y las penas, si suceden, siempre son livianas o pasajeras. Pero no siempre es así. En París, como en tantas otras pequeñas o grandes ciudades hay transeúntes sin techo, personas de distintas edades que viven en la calle o en lugares insalubres e incómodos, cobijándose bajo las estrellas, como reza el título de la película que comento esta semana.

Una mujer, ya madura (a la que da cuerpo Catherine Frot, una veterana actriz de comedia), vive en la calle, sola, sobreviviendo durante el día y refugiándose por la noche en un espacio sucio cercano al Sena. Es su territorio, concedido gracias a la generosidad (o la tolerancia) de uno de los empleados municipales. Hasta allí llega un niño, de origen subsahariano, que se encuentra solo, se ha visto separado de su madre que parece que está a punto de ser deportada de Francia. Ambos, después de una primera toma de contacto algo accidentada, se aventuran por las calles de París en su busca.

En su deambular encuentran acogida en otros que, como ellos, también sobreviven bajo los puentes del Sena. Los pobres se apoyan mutuamente y se ofrecen ayuda para sobrellevar sus penurias. La búsqueda de la madre perdida transcurre sin demasiadas esperanzas; parece una empresa sin futuro, pero cuando menos lo esperan surgen pistas que van acercándoles a su objetivo.

Bajo las estrellas de París es una película muy sencilla. No ofrece una visión excesiva de la pobreza, optando por un naturalismo que no elude la realidad (no es fácil vivir a la intemperie), pero tampoco se regodea en un sinfín de dificultades. También para los pobres hay personas bondadosas que les ayudan y, si pueden, les facilitan lograr lo que pretenden.

En medio de todo, sobresale la hermosa relación de los dos protagonistas (que nos recuerda la relación similar vivida en La vida por delante) que ofrecen una interpretación sentida y humana, ayudándonos a descubrir que la bondad también existe en el asfalto de una gran ciudad.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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