Me esperan tus ojos difusos en el horizonte,
la cárcel de tu agua gris precipitada,
la guitarra exigua y compañera,
el camino estéril y la alborada.
Me espera el jarrón de barro sobre la mesa,
la fachada triste de mi casa,
el ladrar de un perro ya sin luna,
y las manitas de mi niño ya cansadas.
Me espera el retrato de mi amigo ya con canas,
y una virgen en el altar de la esperanza,
mis hijos como estrellas consteladas,
y un árbol gigante de palabras.
Me esperas, tú, mujer
y esposa de mis huesos,
al recorrer la tumba
de este tiempo en la tierra marchitada.
Me esperas tú…
¡Alguien me espera!
Ramón Uzcátegui Méndez, sc
(FOTO: Quinton Coetzee)