Sin periferias… en el mundo de las personas sin hogar

Hola, me llamo Marcial. Y me han pedido que cuente mi experiencia en la calle. Antes de nada os quiero contar que soy de Ferrol (Galicia). Mi padre era militar y murió cuando yo tenia 12 años. Soy el cuarto de seis hermanos y hasta la muerte de mi padre estuve estudiando en un colegio de los padres mercedarios. Después fui a un internado en Madrid y, al volver a Ferrol, hice la carrera de delineante. Luego entré en la marina como voluntario donde estuve tres años y medio. Cuando salí comencé a trabajar en una imprenta. Durante todo ese tiempo mi relación con Dios y la Iglesia fue muy intensa. De hecho fuí catequista, y colaboraba muy intensamente con mi parroquia y mi Diócesis. Fui a varios actos de la JAC y también como catequista llegue a representar a mi Diócesis en un congreso nacional en Madrid.

Pero cuando empecé a trabajar, podemos decir que mis caminos “ se fueron desviando de la llamada del Señor”… Tuve la mala suerte de empezar a jugar en las maquinas tragaperras y bingos y mi sueldo no me llegaba. Me fui llenando de deudas y al final me encontré con muchos problemas. No supe afrontar mis responsabilidades y un buen día de 1982…. “me fui al mundo”.  Estuve unos días yendo de ciudad en ciudad en pensiones. Aún tenía algo de dinero, pero el dinero se acaba. Y entonces me hablaron de la existencia de albergues para los sin techo y fue cuando empezó mi peripecia en todo este mundo. Estuve una temporada hasta que un día llamé a un amigo que trabajaba en Mallorca. Éste me mandó el dinero para el barco y el mismo día que llegué conseguí trabajo de camarero. Allí estuve ocho años trabajando duro y hasta conseguí montar un restaurante. Pero también me volvió el gusanillo del juego y volví otra vez a arruinarme y llenarme de deudas… Por aquel entonces yo creía que tenia un problema,  pero lo que tenía era una enfermedad llamada ludopatía. Eso, junto a la baja autoestima me empujaba a no afrontar mis problemas y, ya en el año 2001, me volví a ver en la calle. Fue en Valencia. Estuve una temporada en un programa de Cáritas que se llama “Mambré”. Allí me enseñaron muchas cosas sobre mí, que yo no sabía. Pero al final lo tiré todo por la borda y acabé de nuevo en la calle. Pasé por muchas ciudades para recalar en Valladolid donde, gracias a Cáritas, estuve en un centro de rehabilitación de jugadores llamado “Ajupareva”. Estuve un año y allí conocí a la que sería mi esposa. Por aquel tiempo mi hermano pequeño junto a un compañero había montado una imprenta, y me ofrecieron trabajo. Así que me fui a vivir a Ponferrada. Fueron diez años fantásticos. Allí me case con mi mujer. Todo iba de maravilla. Hasta que tuvo que cerrar la imprenta por culpa de la crisis. Yo me vine abajo al cabo del tiempo al ver que no me salía nada de trabajo. Me volví distante con mi mujer. Y cuando decidí aceptar un trabajo en Barcelona todo se vino abajo. Mi mujer no quiso venir conmigo, y yo,  allí solo, empecé otra vez a jugar, a acumular deudas con los mini prestamos que dan por internet. Para más inri la empresa en la que estaba tuvo que cerrar. Yo no tenía derecho a paro y todas mis prestaciones estaban agotadas. Mi mujer no lo soportó y  me echó de casa al enterarse de lo que había hecho. Así, me encontré de nuevo en la calle. Esta vez no pensaba más que en dejarme llevar. Me sentía un fracasado que no merecía más que estar vagando por las calles pasando frio y hambre… que era para lo que servía.

Pero, a medida que iba pasando el tiempo y reflexionando volví otra vez mis ojos al Seño. Lo había olvidado y entonces me dí cuenta de que, siempre que le daba la espalda, era cuando volvía a jugar, beber y hacer las cosas mal. Y me dejé llevar… Así llegué a Granada un 24 de agosto de 2016, pidiendo ayuda y buscando algún programa para poder rehabilitarme de mi enfermedad. Me hablaron de Agrajer (Asociación Granadina de Jugadores de Azar En Rehabilitación). Pero no tenían sitio en ese momento. Así que estuve la semana que me correspondía y tuve que irme. Fui a Jaén, Córdoba y al final llegue a san Fernando, en Cádiz. Allí un trabajador social llamado Miguel se volcó conmigo y me estuvo ayudando hasta que, por fin, llamaron de Granada pues ya tenían sitio. Y así fue como un 26 de octubre llegué a la “Casa Madre de Dios” de la Fundación Casas Diocesanas de Acogida, de Cáritas. Allí estuve en la segunda planta que llaman “de observación”, hasta que entré en unos pisos donde las terapeutas Mari Carmen y Rosario nos enseñan las habilidades suficientes para poder desenvolvernos en la calle. Me incorporaron a un taller de encuadernación de Cáritas con Agustín y Susana. Y en Cáritas y Cruz Roja me iban asesorando a la hora de buscar trabajo y cursos. Fue en la Cruz Roja donde entré de casualidad en un curso de auxiliar de ayuda a domicilio, de lo que actualmente estoy trabajando en la empresa Arquisocial.

Ahora mismo estoy viviendo en un piso compartido y soy voluntario en la Casa Madre de Dios, pues creo que debo devolver todo lo que me han dado. También soy voluntario de Cruz Roja. Participo de la Eucaristía, pues he visto que fue en las etapas que le dí la espalda a Dios cuando las cosas me fueron de mal en peor.

Para terminar, quiero dar las gracias por pensar en mí a la hora de dar este testimonio y  os animo a todos a participar en las actividades que se organizan en muchos lugares con notivo del día de las Personas sin Hogar.

Marcial G.

Como Marcial, cuántos hermanos nuestros se encuentran abocados -por diferentes motivos- a vivir en situación de sin Hogar. Esta realidad espera de nosotros una respuesta y un compromiso: la de la inclusión, el acompañamiento, la acogida… Trabajemos todos para que nadie viva sin Hogar y para que, los que tengan que pasar por esa situación, se encuentren a otras personas que les hagan sentirse hermanos. ¿Contamos contigo?

 

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