Día insurrecto

Llegó aquel día
señalado como siempre
por las arrugas de un giro
maniobrado.

Llegó aquel día de una luz habitable
en las calles de la ciudad insurrecta
de panes incipientes
y lágrimas sucias
entre rostros  y distancias.

Llegó aquel día
y descendió la tarde
como una ruina envejecida
en el  habitante sin nombre
que extendió su cartón
impreso de hambre y lenguajes
en el césped de un canto triste.

Su indigente párpado,
besó la carne,  el polvo y  la sangre
esparcida  por lo carros de la guerra,
y en aquellas barricadas
de ruina sonora
las balas atizaron
los pómulos resecos
de los niños en resistencia.

La depresión acosa el tiempo
sin  huéspedes
y se organiza  otra  agenda
con la tinta de la sangre inerte.

Las ojeras de la noche,
podan  las  luciérnagas
y  nuestra mugre
es ahora un suelo abonado
que combate
en una canción que rema,
en este  país de cangrejos rojos
que apagan nuestras vida.

Ramón Uzcátegui, sc

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