Cuadragésima sexta «gota»: La mesa de juego

La mesa de juego es la imagen que tiene Claret de España, un país dividido (cf. Aut 629). Esta división congénita de nuestro país evoca aquellos versos de Machado: “La España de charanga y pandereta, / cerrado y sacristía, / devota de Frascuelo y de María, / de espíritu burlón y de alma quieta, / ha de tener su mármol y su día, / su infalible mañana y su poeta”. Capaces de lo mejor y de lo peor, los españoles llevamos en nuestros genes nacionales el ADN de Caín y de Abel.

Por eso, en el capítulo XII de la parte III de la Autobiografía, Claret nos muestra cosas que ha de evitar cualquier ministro del Señor: no aceptar nunca beneficios de instancias y poderes civiles superiores (cf. Aut 625), no interceder en favores (cf. Aut 626-628) y no meterse en política (cf. Aut 629). Sabios consejos para mantener una neutralidad que nos permita llegar a todos y hablar con libertad, y que nos rechace quien nos tenga que rechazar; pero que, cuando nos venga el rechazo, sea por el anuncio puro y transparente del Evangelio, y no por posturas o demandas partidistas.

Juan Antonio Lamarca, cmf.

Start typing and press Enter to search