El acompañamiento en los centros para extranjeros de Canarias

Compartimos este artículo publicado el pasado miércoles 1 de junio en Noticias Obreras de la HOAC, realizado por Antonio Quintana, en la que se entrevista, entre otras personas, a José Antonio Benítez cmf:

 

Los tres capellanes que ha tenido el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Barranco Seco de Las Palmas de Gran Canaria coinciden en manifestar que los CIE son «una anomalía de nuestro sistema jurídico» y consideran que deben cerrarse porque sus internos no han cometido delitos.

Durante un tiempo de la pandemia estuvo desocupado y en los últimos meses se ha prohibido el acceso a voluntarios del Secretariado de Migraciones, CEAR y Médicos del Mundo con la excusa de la pandemia.

Solo han podido entrar y acompañar al medio centenar de migrantes internos en el CIE Cruz Roja y los capellanes Antonio Viera (2017-2021), José Antonio Benítez (2020-2022) y Víctor Domínguez (2021-2022), quienes han demandado que se permita a los voluntarios y voluntarias a recuperar su asistencia.

«Hay voluntad por parte de la dirección de que los voluntarios vuelvan. Es necesario. Los CIE son un espacio que, debido a los tiempos continuados de estancia, carecer de personal y actividades que permitan una estancia en la que los tiempos muertos no ocupen la mayor parte del día, es muy difícil», expresa el cura diocesano Víctor Domínguez.

«Al mismo tiempo, la privación de libertad acarrea una situación muy cercana al estrés, por lo que es necesario implementar actividades que permitan una cierta sensación de relajación entre los internos, que cimente una adecuada convivencia en un ámbito tan complejo como es un centro de detención», comenta José Antonio Benítez.

El capellán del CIE y también del centro penitenciario de Las Palmas, el claretiano José Antonio Benítez, recuerda que, según el acuerdo entre el ministerio del Interior y la Conferencia Episcopal, los extranjeros internos católicos tienen derecho a ser asistidos religiosamente por un sacerdote y un equipo de pastoral. «La verdad sea dicha, nos encontramos con muy pocos católicos y, por tanto, nuestra presencia consiste fundamentalmente en una labor de acompañamiento, apoyo y cercanía con todos los inmigrantes», aclara.

Asimismo, agrega que los migrantes musulmanes y de otras religiones «acogen nuestra atención y servicio sin ningún tipo de problemas. Al revés, nunca hemos tenido ningún conflicto por el hecho de pertenecer a otro credo».

Los internos piden que los escuchen, les faciliten un abogado en el caso de que no tengan y ponerles en contacto con las familias, cosa difícil ahora al quedarse sin wifi. «El reto actual de la pastoral es acompañar, denunciar y también vigilar que se cumpla la normativa. Muchos de los cambios que necesitan los CIE solo necesitan de voluntad política porque no suponen ninguna inversión extra», apunta José Antonio Benítez.

 

Vulneración de derechos

Víctor Domínguez expresa que «la labor nuestra en el CIE es más bien de presencia y acompañamiento de esa realidad. Actuamos como observatorio en el que velamos para que se les trate con dignidad y no se vulneren sus derechos fundamentales. Podemos decir que hasta ahora somos bien acogidos».

«Mi experiencia personal está siendo de pura conversión ya que la realidad de la migración es una realidad sangrante y compleja y, como se recoge en Éxodo 3, es terreno sagrado ante el cual hay que descalzarse, ya que nos encontramos con el grito y el clamor de los sufrientes de la tierra y ante esto solo cabe situarse desde una actitud de mucha humildad», manifiesta.

Igualmente, Antonio Viera, comenta que uno de sus objetivos durante cuatro años fue «hacerles sentir que no están solos, que hay muchas personas que están comprometidas en la defensa de sus derechos y dignidad. Descalzarme suponía liberarme de todo prejuicio, de esquemas preconcebidos, ir desarmado al encuentro de las personas migrantes, desde la presencia pequeña e insignificante».

«Muchas personas se encuentran en situación de vulnerabilidad agravada por el internamiento. Y me movía defender sus derechos y denunciar su vulneración», añade. «¡Cuánto agradecen esas visitas! Son muy agradecidos, tan solo el hecho de reconocerles, de llamarles por su nombre, de saludarles con cariño y ternura, les hace sentirse reconocidos como personas en su dignidad», reconoce Antonio.

Por otro lado, el claretiano indica que su experiencia en el CIE «es muy variada. No puedo decir que sea positiva, porque el dolor de los chicos es sangrante. Después de todo lo que han pasado para llegar a nuestras costas, terminan en un centro para ser deportados, y estar encerrados, sin hacer nada, viendo pasar los días para que te devuelvan a tu país, es desolador. Las experiencias de cada uno son muy diversas, se te cae el alma a los pies cuando los padres de familia te hablan de sus seres queridos, y lo que han hecho para llegar aquí, endeudarse para pagar la patera, y al final para nada. Algunos llegan a decir: “mejor muertos que volver de esta manera”».

 

Similar a una cárcel

José Antonio afirma que «la tensión es evidente, y muchas veces desemboca en motines. Los inmigrantes aseguran que las condiciones no son dignas y que en ocasiones algunos agentes de policía no respetan sus costumbres ni su dignidad; y que simplemente se amotinan para tratar de escapar y quedarse en España».

Aunque son «establecimientos de carácter no penitenciario», pues los inmigrantes no están allí para cumplir ninguna pena, un CIE tiene claros parecidos a una cárcel. «Puertas metálicas que se cierran tras uno, espacios fríos, habitaciones en forma de celdas en torno a amplios pasillos. Los dormitorios tienen literas con un colchón mínimo. Mientras las celdas de las prisiones son solo para una o dos personas, aquí están previstas para seis u ocho. Y, así como en una cárcel son funcionarios de prisiones los que llevan la gestión del día a día del centro, en un CIE son agentes de policía quienes se encargan de todo», recalca.

Además de la colaboración de Cruz Roja, Secretariado de Migraciones, Médicos del Mundo, CEAR y la plataforma CIE No, el proyecto Amogaren de inserción sociolaboral de exreclusos, en el que está José Antonio, siempre ha tenido en cuenta a los migrantes. En 2020 también se plantearon dar respuesta a las situaciones del CIE a través de la ampliación de plazas de acogida en el proyecto para integrar a migrantes que no hayan pasado por la cárcel.

 

(Antonio Quintana | Noticias Obreras de la HOAC | FOTO: Noticias Obreras de la HOAC)

 

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