La falta de respeto en las fronteras minimiza nuestra humanidad

En el 70 aniversario de la OIM (Organización Internacional para las Migraciones), el Papa Francisco nos invitó a no perder de vista el rostro humano de la migración, el que nos da la perspectiva más humana y más cristiana: “La migración no es sólo una historia de migrantes sino de desigualdades, de desesperación, de degradación del medioambiente, de cambio climático, pero también de sueños, de coraje, de estudios en el extranjero, de reunificación familiar, de nuevas oportunidades, de seguridad y protección, y de trabajo duro pero decente”.

 

Y añade que “el debate sobre la migración no es realmente sobre los migrantes. O sea, no se trata sólo de migrantes: se trata más bien de todos nosotros, del pasado, del presente y del futuro de nuestras sociedades. No debemos dejarnos sorprender por el número de migrantes, sino encontrarnos con todos ellos como personas, viendo sus rostros y escuchando sus historias, intentando responder lo mejor posible a sus singulares situaciones personales y familiares. Esta respuesta requiere mucha sensibilidad humana, justicia y fraternidad”. Razón por la cual el Papa afirma en su mensaje: “Tenemos que evitar una tentación muy común hoy en día: descartar todo lo que resulta molesto. Esa es precisamente la ‘cultura del descarte’ que tantas veces he denunciado”.

 

El Papa nos recuerda que “en la mayoría de las principales tradiciones religiosas, incluso el cristianismo, encontramos la enseñanza que nos exhorta a tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros y a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos”. “Muchas veces –afirma el Papa– oímos hablar de lo que hacen los Estados para acoger a los migrantes. Pero es igualmente importante preguntarse: ¿Qué beneficios aportan los migrantes a las comunidades que los acogen y cómo las enriquecen? Por un lado, en los mercados de los países de ingresos medio-altos, la mano de obra migrante es muy demandada y bienvenida como forma de compensar la falta de mano de obra. Por otro lado, los migrantes suelen ser rechazados y sometidos a actitudes resentidas por muchas de sus comunidades de acogida”.

 

“Lamentablemente –prosigue el Papa–, este doble estándar deriva del predominio de los intereses económicos sobre las necesidades y la dignidad de la persona humana.

Y agrega: “Los migrantes hacen visible el vínculo que une a toda la familia humana, la riqueza de las culturas y el recurso para los intercambios de desarrollo y las redes comerciales que constituyen las comunidades de la diáspora”.

 

A la vez que escribe que, “en este sentido, el tema de la integración es fundamental; la integración implica un proceso bidireccional, basado en el conocimiento mutuo, la apertura recíproca, el respeto de las leyes y la cultura de los países de acogida con un verdadero espíritu de encuentro y enriquecimiento recíproco”.

 

“La familia migrante es un componente crucial de las comunidades de nuestro mundo globalizado, pero en demasiados países se niega a los trabajadores migrantes los beneficios y la estabilidad de la vida familiar debido a impedimentos legales”.

 

“Cuantas más vías legales existan, menos probable será que los migrantes se vean arrastrados por las redes criminales de los traficantes de personas o por la explotación y los abusos durante el contrabando”. Francisco manifiesta que “la desesperación y la esperanza siempre prevalecen sobre las políticas restrictivas”.

 

“Nunca debemos olvidar que no se trata de estadísticas, sino de personas reales con sus vidas en juego”. “El vacío humano que se deja atrás cuando un padre o una madre emigran solos es un duro recordatorio del agobiante dilema que supone verse obligados a elegir entre emigrar sólo para alimentar a su familia o disfrutar del derecho fundamental a permanecer en el país de origen con dignidad”. E insiste en que “la comunidad internacional debe abordar con urgencia las condiciones que dan lugar a la migración irregular, haciendo así de la migración una elección bien informada y no una necesidad desesperada”. “La mayoría de las personas que pueden vivir decentemente en sus propios países de origen no se sentirían obligadas a emigrar de forma irregular”. De ahí que Francisco escriba que “se necesitan urgentemente esfuerzos para crear mejores condiciones económicas y sociales […] de modo que la emigración no sea la única opción para quien busca paz, justicia, seguridad y pleno respeto de la dignidad humana”.

 

José Antonio Benítez, cmf

@benicmf

(FOTO: Revista Ecclesia)

 

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