En el cine reciente abundan películas que podemos encuadrar en un subgénero de superhéroes: Spiderman, X-men, Capitán América, Ironman, Los Vengadores o Batman… Son intentos de arrasar las taquillas (cosa que suelen lograr con regularidad) y ofrecer también unas producciones por lo general de excelente factura y atractivo para quienes gusten del cine de acción, de ritmo acelerado y apenas capacidad de reflexión. Tienen ciertamente sus adeptos, que son multitud, y sus detractores (como recientemente han expresado realizadores de talla como Martin Scorsese y Francis Coppola). Joker guarda relación con ese tipo de cine, porque así es conocido el antagonista de Batman en las películas filmadas por Tim Burton o Christopher Nolan sobre dicho superhéroe. En ellas asistimos al recital interpretativo marcado por el exceso y la exageración de quien representa el papel del enemigo del hombre murciélago. Y como son películas centradas en la figura de Batman, poco se insinúa del origen de su antagonista.
Así Joker se desmarca del estilo de las películas citadas pues bucea en el origen del personaje, intentando ofrecer una explicación de las razones que le han conducido al comportamiento sociópata que le conocemos. Y lo hace prescindiendo de cualquier elemento extraordinario. No tiene nada que ver con el mencionado cine de superhéroes. El marco de la narración es una ciudad moderna (se nos indica que es Gotham para seguir la línea del comic) que podría ser cualquiera, soterrada en suciedad, violencia, desprecio, soledad, miseria y abandono. En ese contexto Arthur, el cómico protagonista, malvive intentando desarrollar su aspiración de ganarse la vida contando chistes que provoquen la risa de quien le escuche en los garitos en los que actúa o en las fiestas privadas que le contratan para entretener. No sucede así. Más bien encuentra desdén y poco interés, en parte también por su tendencia al exceso y a meter la pata.
Así, Arthur va acumulando resentimiento y aumenta su mirada esquinada a la sociedad en que vive, que tanto le desprecia. Y de manera poco premeditada (casi casual) comienza a deslizarse por una espiral de violencia dirigida contra quienes representan la cara triunfalista de ese mundo lleno de derrotados como él. Como la película es deudora de Batman, el realizador de Joker, Todd Philips, deja las piezas preparadas para seguir la historia revisando alguna de las películas citadas anteriormente.
Hablar de Joker es subrayar también la interpretación de Joaquin Phoenix que parece va embalado a conseguir su primer Oscar. El exceso parece ser el signo que le identifica, llegando a caer incluso en el histrionismo, pero está más que justificado: las risotadas oportunas e inoportunas de Arthur son el reverso visible del mundo interior roto y resentido del que emerge el Joker.

Antonio Venceslá Toro, cmf

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