Mapas para vivir

Los mapas no pretenden demostrar nada, simplemente muestran. Cada vez que consultamos uno nos fiamos de él por dos razones: en primer lugar por la competencia del cartógrafo que lo ha hecho y, en segundo lugar, por su utilidad para recorrer caminos desconocidos con su ayuda. Afortunadamente, en el viaje personal que es la vida el cartógrafo es Dios. Nos ha entregado un mapa, la Palabra, que no es otra cosa que su revelación sobre el sentido de la vida. Aceptar, pues, la Palabra es de capital importancia si queremos realizar el viaje de la vida con la seguridad de llegar a nuestro destino sin extraviarnos.

Con los mapas sucede lo que con cualquier objeto: llegamos a saber su verdadero valor solo cuando entendemos para qué sirven. En efecto, cuando se conoce y se acoge la Palabra como plano de ruta no sólo conocemos la meta de la existencia, sino también el sendero que conduce hacia ella. Y eso nos ayuda a caminar sin ceder al cansancio y sin miedo a extraviarnos. Necesitamos expertos que nos muestren la Palabra de Dios como la mejor “Guía-Michelín” y nos enseñen a manejarla.

Dios ha hablado, y sería de necios pretender prescindir de sus palabras para intentar averiguar la verdad sobre nuestra existencia sólo desde nosotros mismos, por muy inteligentes que seamos. Sería como tirar el mapa a la basura por considerar más auténtico alcanzar la meta con nuestra simple intuición.

Dios nos ha hablado sobre todo en Jesús de Nazaret. Él nos ha mostrado que la meta hacia la que nos señala es extraordinariamente superior a lo que nos hubiéramos imaginado. El que no se fía de Dios, de su Palabra, no tiene más remedio que decidir por sí mismo qué orientación va a dar a su vida. Y desde luego, encontrará muchas más dificultades para acertar y, desgraciadamente, podrá torcer el camino. ¿Cómo saber adónde dirigirnos sin la mejor cartografía? ¿Cómo entender la propia vida sin mirar la vida de Cristo?

Dios nos ha puesto señales visibles para llegar a la meta. El Evangelio nos traza la ruta para no perdernos. Jesús es el Camino y la fuerza para el camino. Va por delante hacia el destino. Nosotros le seguimos con la fe. Precisamente es en Cristo y su obra donde encontramos ese plano que contiene las claves para comprender la historia de toda humanidad y, por tanto, para conocer la propia.

Juan Carlos Martos Paredes, cmf

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