Azar o coraje

No admito la idea del azar como principio rector de la vida humana. No creo en esa especie de corsé que, según algunos, nos han puesto al nacer y según el cual uno tendría forzosamente que ser y que hacer lo que los astros, la cultura o las circunstancias le han marcado. Menos aún creo en la fatalidad griega, según la cual nacemos ya encaminados hacia la dicha o hacia la desgracia.

Naturalmente no soy tan ciego como para ignorar que toda vida tiene «condicionamientos»: La educación, el ambiente, los niveles culturales o económicos son para muchos un lastre y para otros una rampa de lanzamiento. Más aún compruebo lo que nos influyen una buena o mala salud, un psiquismo fuerte o deteriorado. Pero creo también que, a pesar de todo ello, el elemento base de toda vida es la libertad y que el resultado de toda vida depende, salvo excepciones y sobre todo, del componente de voluntad y de coraje que en ella se pone.

El futuro es una moneda que, para los decididos, tiene cara por las dos partes, y para los cobardes, cruz por ambos lados. Porque el que va a la batalla o a la vida seguro de que va a ser derrotado, lo será con certeza. Y el que está decidido a construir su vida, antes o después, la levanta.

Sinceramente no creo en los «genios derrotados». Puede haber algún caso, pero he visto siempre salir a flote a los corajudos y decididos. Siempre, como es lógico, que no confundamos el éxito con la fanfarronería.

Lancemos al aire nuestra vida. Si lo que lanzamos es una suma de coraje y esperanzas, nos saldrá -antes o después- cara y victoria. Si lanzamos al aire amargura, ya estamos derrotados. En ese caso, al menos, no seamos tan tontos que echemos las culpas al mundo o al destino. Mejor es ser sinceros y culpar a la moneda falsa en que convertimos nuestra vida.

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