El insomnio interrogante
de una caracola nocturna
en este laberinto de gemidos
es un consultorio de sombras.
He vuelto a leer Paradiso.
Sombra del paraíso
es un nocturno de Aleixandre.
Lezama Lima
tiene en el corazón
un rompeolas de desdenes,
una colonia
de caballitos de mar
o tal vez una estrella verde,
fría como la menta.
Embriagadas músicas nocturnas
sucumben en sus párpados
y estallan por cada uno de los poros
de la belleza
Jamás interrogada.
La ceniza de su cigarro
resbala a veces
por el azul de su corbata.
Paradiso sostiene un embrión
en la eternidad de otro círculo.
Como el ángel de la caída,
vuelve, Lezama,
a conquistar el paraíso.
Yo me quedo a la puerta con las manos en llamas
aguardando quizás al peregrino.
Blas Márquez Bernal, cmf