Quiero en esta ocasión ofrecer algunas impresiones que me ha suscitado la película La llegada. Su realizador, Denis Villeneuve, cuenta en su filmografía con algunas películas muy interesantes, que exploran los límites humanos en situaciones extremas marcadas por ciertas formas de violencia. Es muy recomendable ver Incendies, Prisioneros o Sicario.

En esta ocasión ha filmado una película muy alejada de las citadas. Se trata de una película de ciencia-ficción sin apenas efectos especiales, ni escenas de catástrofes, a las que estamos acostumbrados en películas del género. La llamada tiende más a la introspección y al primer plano (el rostro omnipresente de la actriz Amy Adams) como ventana del mundo interior y la historia personal de la protagonista, una profesora universitaria, doctora en lingüística, conocedora de múltiples formas de comunicación que recibe un encargo singular: entrar en contacto con unos alienígenas llegados a nuestro planeta sin un motivo claro. ¿Vienen en son de paz o con propósitos agresivos? Por momentos, sobre todo en su primera parte, La llegada parece tener ecos del extraterrestre pacífico de Ultimátum a la tierra, o los seres venidos del espacio de Encuentros en la tercera fase. Pasado el primer estadio de conocimiento, la película adopta ropajes que la acercan a la visión reflexiva de 2001 una odisea del espacio (salvando muchas distancias en cuanto a la complejidad de la historia narrada por Kubrick) y a los monólogos interiores de los personajes de Terrence Malick. La historia adopta un juego temporal en el que pasado, presente y futuro se yuxtaponen, creando una mezcla de lo onírico y lo realista. Y en este contexto, rotas las reservas de lo plausible surge el que a mi parecer es el eje de La llegada. El aprendizaje por parte de la protagonista de los códigos de comunicación de los alienígenas le permite acceder a un nivel superior de conocimiento, que se transforma también en empatía por los seres venidos del espacio, aun a riesgo de su vida. La comunicación oral o escrita es un vehículo de acceso a otras formas culturales y también una vía de acercamiento al diferente, que por eso deja de serlo, permitiéndote una extraña forma de (auto)conocimiento.

Antonio Venceslá, cmf

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